Ante la ley del temor surge la ley de la Confianza en el Amor

sábado, 25 de abril de 2015

Creados para él Amor: Las pruebas sobre la existencia de Dios

Creados para él Amor: Las pruebas sobre la existencia de Dios: Las cinco vías (ver Suma Teol ó gica , 1, q2, a3): Introducción Primera vía: Se funda en el movimiento Segunda vía: Se basa en la causa...
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Jovenes, construyamos una cultura con sentido real


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Aprender a Amar


viernes, 24 de abril de 2015

¿Falla el amor? o ¿fallamos quienes amamos?


Todo sobre el Aborto

La Medicina entiende por aborto toda expulsión del feto, natural o provocada, en el período no viable de su vida intrauterino, es decir, cuando no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir.
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Las pruebas sobre la existencia de Dios

Las cinco vías (ver Suma Teológica, 1, q2, a3):
Desde la Biblia
La experiencia de Dios

Introducción
Vivimos en un mundo marcado por la cultura de muerte. Las constantes manifestaciones de rupturas con uno mismo como soledad, tristeza, sin sentido, búsquedas desenfrenadas de falsas seguridades; las rupturas con los demás traducidas en violencia, delincuencia, terrorismo, guerras, entre otras; no tienen otra causa que la ruptura fontal con Aquel que nos creó y nos conoce plenamente, Dios mismo. El anhelo de infinito que cada hombre experimenta en lo más profundo de su corazón se ve traicionado al cerrarle la puerta al Único que puede saciar esa nostalgia de eternidad.
En la historia de la humanidad siempre han estado aquellos que niegan explícitamente a Dios, los denominados ateos; otros que crean dioses a sus medidas trayendo como consecuencia visiones reducidas de Dios, como por ejemplo: los deístas, los panteístas, los idealistas kantianos, etc.
En nuestros días percibimos -por el avance del secularismo- la ausencia de Dios en las estructuras de nuestra sociedad, una sociedad que termina poniendo a Dios "entre paréntesis", regida por un estribillo cada vez más común: "si Dios no está en mi vida práctica y no tengo como probar si existe o no existe, entonces no me interesa".
Ante este panorama, los católicos enfrentamos la urgencia de hacer una opción clara y decidida por anunciar con sólidos argumentos que Dios sí existe y está muy cerca de cada uno de nosotros.
El hombre puede llegar al conocimiento de Dios de muchas maneras. Todas ellas responden tanto a la capacidad natural de la inteligencia humana de conocer la existencia de Dios, como a la Revelación divina que nos ofrece de El un conocimiento sobrenatural.
Por ello, seguidamente señalaremos los principales postulados que nos permiten afirmar que Dios existe, es real y es cercano.
Empezaremos con las cinco vías que Santo Tomás de Aquino desarrolló hace más de 700 años para demostrar la existencia de Dios, desde un conocimiento a posteriori, es decir una manera de aproximarse a la realidad divina desde la experiencia sensible, que va de lo conocido a lo desconocido, de lo sensible a lo espiritual, de los efectos a la causa suprema.

Primera vía: Se funda en el movimiento
1) Es innegable, y consta a nuestros sentidos, que hay cosas que se mueven, es decir, que cambian. No se trata sólo del movimiento en sentido físico (locomoción), sino en sentido metafísico, es decir, como paso de la potencia al acto (cambios de una condición a otra, de un ser a otro, etcétera).
2) Pues bien, todo lo que se mueve, cambia, muda o transforma es movido por otro, ya que nada se mueve más que cuando está en potencia respecto a aquello para lo que se mueve. En cambio, mover requiere estar en acto, ya que mover no es otra cosa que hacer pasar algo de la potencia al acto, y esto no puede hacerlo más que lo que está en acto. Por ejemplo, el fuego hace que un leño -que está caliente sólo en potencia- pase a estar caliente en acto. Pero no es posible que una misma cosa esté, a la vez, en potencia y en acto respecto a lo mismo, sino en orden a cosas diversas. Es imposible que una misma cosa sea, por lo mismo y de la misma manera, motor y móvil, como también lo es que se mueva a sí misma. Por consiguiente, todo lo que se mueve es movido por otro.
3) Pero, si lo que mueve a otro es, a su vez, movido, es necesario que lo mueva un tercero, y a éste otro. Mas no se puede seguir indefinidamente, porque así no habría un primer motor, y, por consiguiente, no habría motor alguno, pues los motores intermedios no mueven más que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo mismo que un bastón nada mueve si no lo impulsa la mano.
Por consiguiente, es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nadie.
4) Este primer motor que no es movido por nadie es el que todos entienden por Dios. Luego Dios existe.

Segunda vía: Se basa en la causalidad eficiente
1) Nos consta por experiencia que hay en el mundo sensible un orden determinado entre las causas eficientes, pues están subordinadas esencialmente entre sí para la producción de un efecto común.
2) Pero no se da, ni es tampoco posible, que una cosa sea causa de sí misma, ni en el orden del ser ni en el de la operación, pues en tal caso habría de ser anterior a sí misma, y esto es imposible.
3) Ahora bien: esa serie de causas eficientes, subordinadas esencialmente entre sí, no se puede prolongar indefinidamente, porque siempre que hay causas eficientes subordinadas, la primera es causa de la intermedia, y ésta causa de la última. Cada una de estas causas actúa por influjo de las causas que la preceden. Y así tenemos que, suprimida una causa se suprime su efecto. Por consiguiente, si no existiese una causa primera, tampoco existiría la intermedia, ni la última. Si, pues, se prolongase indefinidamente la serie de causas eficientes, no habría causa eficiente primera y, por tanto, no habría efecto último, ni causa eficiente intermedia, cosa falsa a todas luces.
Por consiguiente, es necesario que exista una causa eficiente primera.
4) Esta causa eficiente primera, que no es causada por ninguna otra, a la que están subordinadas todas las demás causas; es decir, esta causa eficiente incausada es llamada por todos Dios. Luego Dios existe.

Tercera vía: Se fundamenta en la contingencia de los seres
1) Es evidente que hallamos en la naturaleza seres que pueden existir o no existir, pues vemos seres que vienen a la existencia por generación y seres que se destruyen por corrupción; es decir, seres que no tienen en sí mismos la razón de su existencia, sino que están condicionados por otros seres, y, por tanto, hay posibilidad de que existan y de que no existan. Estos seres reciben el nombre de seres contingentes.
2) Ahora bien: es imposible que los seres contingentes hayan existido siempre, ya que lo que tiene la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en que no fue. Es decir, los seres contingentes, que tienen la posibilidad de existir y de no existir, reciben la existencia, no por sí mismos, sino por otro ser que ya existe. Así, pues, los seres contingentes son, por esencia, efecto, seres que piden causa, seres que alguna vez han comenzado a existir causados por otro.
Pero, como ya se demostró antes (segunda vía), es imposible y absurdo que haya una serie infinita de seres contingentes, es decir, de causas subordinadas, ya que es imposible que sólo existan efectos.
Por consiguiente, los seres contingentes exigen la existencia de un ser que no haya comenzado a existir; un ser no causado, que exista por sí mismo; un ser que ha existido siempre. A este ser se le llama ser necesario.
3) Pero el ser necesario, o tiene la existencia por sí mismo, o la ha recibido de otro ser necesario superior. En esta segunda hipótesis, si el ser necesario ha recibido su existencia de otro ser necesario superior, es imposible aceptar una serie indefinida de seres necesarios. Es forzoso, por tanto, admitir la existencia de un ser necesario que exista por sí mismo y que no tenga fuera de sí la causa de su necesidad, sino que sea causa de los demás seres.
4) A este ser necesario, que no tiene la existencia recibida de otro, sino que existe por sí mismo, en virtud de su propia naturaleza, es al que todos llaman Dios. Luego Dios existe.

Cuarta vía: Considera los grados de perfección que hay en los seres
1) Vemos en los seres que unos son más o menos buenos, más o menos verdaderos y nobles que otros; y lo mismo ocurre con las diversas cualidades. Así, por ejemplo, nadie duda que el hombre es más perfecto que el animal; el animal, más perfecto que el vegetal; y éste más perfecto que el mineral. Lo propio se ha de decir de la bondad, de la verdad, de la nobleza y de otras perfecciones semejantes, las cuales están realizadas en todos los seres según una diversidad de grados, en virtud de la cual unos seres son más perfectos que otros.
2) Pero la diversidad de grados que se da en esas perfecciones, es decir, las cosas más o menos buenas, más o menos verdaderas, más o menos bellas, etc., suponen la existencia de lo máximo; están reclamando un ser óptimo, verdaderísimo, bellísimo, etc. En otras palabras, esos grados dc perfección son algo causado por otro, el cual, si posee esas perfecciones en grado limitado, las tendrá, a su vez, causadas por otro.
3) Pero como es imposible admitir una serie infinita de causas limitadas, causadas, en este proceso de ascensión, llegamos a una primera causa en donde todas esas perfecciones se encuentran en grado sumo y en toda su plenitud. Por lo tanto, ha de existir algo que sea verísimo, nobilísimo, bellísimo y óptimo, y por ello ente o ser supremo, pues lo que es verdad máxima es máxima entidad.
Ahora bien: quien tiene una perfección pura en grado máximo, o por esencia, es causa de esta perfección en todos aquellos que la poseen en grado inferior, o por participación. Además, no puede ser más que un único ser, una única perfección subsistente en sí misma, una única perfección en toda su plenitud y totalidad.
4) Por consiguiente, existe algo que es para todas las cosas causa de su ser, de su bondad, de su belleza y de todas sus perfecciones, porque se trata del Ser sumo, de la Verdad suma, de la suma Bondad; y a este ser todos lo llamamos Dios. Luego Dios existe.

Quinta vía: Se toma del gobierno del mundo
1) Vemos que cosas que carecen de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un fin, como se comprueba observando que siempre, o casi siempre, obran de la misma manera para conseguir lo que más les conviene, es decir, su plena evolución y desarrollo, o la conservación de su especie, o el orden dinámico del cosmos, etc., por lo que se comprende que no van a su fin obrando al azar, sin rumbo ni orientación, sino intencionadamente.
2) Ahora bien: los seres que carecen de conocimiento no pueden tender a sus respectivos fines si no los dirige un ser inteligente que conozca dicho fin, a la manera como el arquero dirige la flecha.
3) Esta inteligencia ordenadora no puede estar ordenada por una serie indefinida de inteligencias, sino que es preciso llegar a un ser inteligente supremo, que consiste en su mismo acto de entender, un entender infinito, subsistente y único; es decir, que es el origen y el fundamento de todas las demás inteligencias que conocen y dirigen las cosas carentes de conocimiento a sus propios fines.
4) Luego existe un Ser inteligente supremo que dirige todas las cosas naturales a sus respectivos fines, y a este Ser lo llamamos Dios. Luego Dios existe.

Desde la Biblia
Junto a estas cinco pruebas también podemos llegar a constatar la existencia de Dios aproximándonos a la realidad desde un fundamento bíblico:
a) Conocimiento de Dios por medio de la creación
La Sagrada Escritura atestigua este principio: la razón humana puede conocer a Dios por medio de la creación, pues las cosas creadas son testimonio permanente de su Autor y llevan a su Conocimiento con alcance universal.
En este sentido, en el Libro de la Sabiduría encontramos dos motivos por los cuales el hombre puede alcanzar el conocimiento de Dios. Uno es la belleza que hay en las criaturas: por la contemplación de las diversas bellezas creadas, el hombre puede alcanzar el conocimiento de Aquel que es la fuente de toda belleza, Dios, Belleza Suprema. El otro motivo es el poder y la fuerza que existe en la naturaleza creada: las fuerzas de la naturaleza son un reflejo de la Omnipotencia de Aquel a quien se someten todas las potencias.
"Vanos son por naturaleza todos los hombres que ignoran a y no alcanzan a conocer por los bienes visibles a Aquel-que-es, ni, atendiendo a las obras, reconocieron al Artífice; sino que al fuego, al viento, al aire ligero, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a las lumbreras del cielo los consideraron como dioses, rectores del universo. Si, seducidos por su belleza, los tuvieron como dioses, sepan cuánto les aventaja el Señor de todos ellos, pues es el Autor mismo de la belleza quien los creó. Y si se admiraron de su poder y de su fuerza, debieron deducir de aquí cuánto más poderoso es su Creador; pues, de la grandeza y de la belleza de las criaturas, se llega por razonamiento al claro conocimiento de su Autor. Con todo, no merecen éstos tan grave reprensión, pues tal vez caminan desorientados buscando a Dios y queriéndole hallar. Ocupados en sus obras, se esfuerzan en conocerlas, y se dejan seducir por lo que ven. ¡Tan bellas se presentan a sus ojos! Pero, por otra parte, tampoco son éstos excusables; porque, si llegaron a adquirir tanta ciencia y fueron capaces de investigar el universo, ¿Cómo no llegaron más fácilmente a descubrir a su Señor?" (Sabiduría 13, 1-9).
b) Conocimiento de Dios por los grados de perfección
Los grados de perfección que el hombre conoce en la naturaleza reflejan la perfección absoluta de un Dios único y personal, al que todos los hombres son llamados a adorar y a seguir.
"La cólera de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad e injusticia de los hombres, que aprisionan la verdad en la injusticia; pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque las perfecciones invisibles de Dios, su poder eterno y su divinidad, se han hecho visibles después de la creación del mundo por el conocimiento que de ellas nos dan las criaturas, de forma que son inexcusables; porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en vanos razonamientos, y su insensato corazón se llenó de tinieblas: jactándose de sabios se volvieron estúpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso, Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén". (Rom 1, 18-25; ver Hech 14, 14-18; 17, 22-30).
En esta carta, el Apóstol San Pablo enseña claramente que el que no reconoce a Dios lo hace por opción libre, pues no se trata sólo de no percibir lo invisible de Dios en las cosas visibles, sino de un cerrazón del corazón que no quiere reconocer a Dios como Señor, y le niega el dominio sobre el hombre y sobre las cosas. Así, el hombre se degrada, no es capaz de reconocer su puesto en un mundo que se ha convertido en desordenado y caótico, y no acierta a descubrir la dimensión divina que aflora en todas las cosas.
c) El testimonio de la conciencia
Asimismo, en la Sagrada Escritura encontramos otro medio a través del cual el hombre puede conocer a Dios: se trata de su conciencia, la cual expresa tanto la existencia de Dios como la ley natural que Dios escribió en el corazón de todo hombre.
"Cuando los gentiles, que no tienen Ley, cumplen las prescripciones de la Ley guiados por la razón natural, sin tener Ley son para sí mismos Ley -es decir, obran según su conciencia-. Y con esto muestran que los preceptos de la Ley están escritos en sus corazones, siendo testigo su conciencia con los juicios que, alternativamente, ya les acusan o bien les defienden". (Rom 2. 14-15).
Los que no han recibido la Revelación de Dios conocen por su razón natural los principios esenciales que informan la ley natural. En la intimidad de su corazón, todo hombre tiene grabada una ley moral natural que participa de la ley eterna de Dios.
Por último, podemos también llegar a demostrar la existencia de Dios desde la propia experiencia interior.

Experiencia personal de Dios
Hay muchas personas que no necesitan de esos argumentos antes señalados para creer y amar a Dios, la experiencia interior de percibirse volcado hacia algo eterno lo conduce hacia Aquel Único Eterno, Dios mismo que toca el corazón para entrar en una infinita comunión de amor, en un diálogo personal e intenso.
Es más, el mismo hecho de estar en mayor sintonía con el sello que con su Imagen Dios ha marcado al hombre, lleva a la persona a acercarse a Dios de manera natural, teniendo la convicción de la existencia de Dios como la luz del día o las estrellas de la noche.. Justamente, como imagen de Dios, el hombre conserva esa convicción divina no como algo extraño y añadido por la presión de la cultura, sino como algo propio, como el fundamento radical de su ser, como la luz que explica el dinamismo de su vida, y como el amor en el que encuentra su plenitud.
Ejemplos en la historia de la Iglesia hay muchos, que al momento de ver el propio interior se encuentran con Aquel que ilumina cada espacio del propio ser.
Vemos esto en el testimonio de San Agustín: "Y he aquí que oigo de la casa vecina una voz, no sé si de un niño o de una niña, que decía cantando, y repetía muchas veces: ¡Toma, lee; toma, lee! Y al punto, inmutado el semblante, me puse con toda atención a pensar, si acaso habría alguna manera de juego, en que los niños usasen canturrear algo parecido; y no recordaba haberlo jamás oído en parte alguna. Y reprimido el ímpetu de las lágrimas, me levanté, interpretando que no otra cosa se me mandaba de parte de Dios, sino que abriese el libro y leyese el primer capítulo que encontrase. Porque había oído decir de Antonio, que por la lección evangélica, a la cual llegó casualmente, había sido amonestado, como si se dijese para él lo que se leía: "Ve, vende todo cuanto tienes, dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; y ven y sígueme" (Mt 19, 31); y con este oráculo, luego se convirtió a Vos. Así que volví a toda prisa al lugar donde estaba sentado Alipio, pues allí había puesto el códice del Apóstol al levantarme de allí; lo arrebaté, lo abrí y leí en silencio el primer capítulo que se me vino a los ojos: 'No en comilonas ni embriagueces; no en fornicaciones y deshonestidades; no en rivalidad y envidia; sino vestíos de nuestro Señor Jesucristo, y no hagáis caso de la carne para satisfacer sus concupiscencias' (Rom 13, 13-14). No quise leer más, ni fue menester; pues apenas leída esta sentencia, como si una luz de seguridad se hubiera difundido en mi corazón. todas las tinieblas de la duda se desvanecieron".
También, como testimonios más cercano a nuestra época, tenemos al Cardenal Newman, que en su afán de profundizar en la vida interior, se convierte al catolicismo por la oración y el estudio. Asimismo, está Claudel que se siente conmovido en su espíritu al oír el canto del Magníficat en una tarde de Navidad; y confiesa:
"Qué dichosas son las personas que creen! Pero... si fuera verdad... ¡Es verdad! ¡Dios existe, está ahí! ¡Es alguien, es un ser tan personal como yo! Me ama. Me llama".

Biografía de san Juan Pablo II


Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojtyła y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.
Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.
Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.
A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del "Teatro Rapsódico", también clandestino.
Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.
Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.
En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada "Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler". Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.
El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.
El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.
Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965), con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojtyła tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a su pontificado.
Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años.
Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la "sollicitudo omnium Ecclesiarum" y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.
Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.
Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.
Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.
Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.
Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia.
Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.
Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno "in pectore", cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio.
Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).
Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas.
Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizó la Curia Romana.
Publicó también cinco libros como doctor privado: "Cruzando el umbral de la esperanza" (octubre de 1994);"Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal" (noviembre de 1996); "Tríptico romano - Meditaciones", libro de poesías (marzo de 2003); “¡Levantaos! ¡Vamos!” (mayo de 2004) y “Memoria e identidad” (febrero de 2005).
Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina.
Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.
El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.
El Papa Benedicto XVI lo beatificó el 1 de mayo de 2011.
El Santo Padre Francisco lo canonizó, junto a Juan XXIII, el 27 de abril del 2014.

Todo sobre Juan Pablo II:
Camino a los altares:
Legado:

Imágenes e ídolos (Apóstoles de la palabra)


“Así nadie te va a querer”

“Así nadie te va a querer”

Católico vs Testigo de Jheová


ESP | Padre Angel Espinosa-Defender el amor


domingo, 5 de abril de 2015

Custodiar la vida, reverenciar la vida

Custodiar la vida, reverenciar la vida

por Amor Seguro, A.C.


Escucho la voz de mi querida hija espiritual:
“¡Necesito hablar contigo!, hoy en el colegio nos dieron una plática que violentó mi corazón. Una doctora, ginecóloga católica, nos habló 3 horas de todos los métodos anticonceptivos y enfermedades de transmisión sexual – algo que nunca imaginé que se diera así, de esa forma en mi colegio. Es muy bueno recibir información, lo sé, pero no así. La Doctora hablaba de una realidad que sé perfecto que existe, ¡tengo 17 años…! Me dolió mucho, porque mi colegio era mi lugar seguro en el mundo, yo no podía creer que en esas paredes en dónde yo había escuchado tantas veces hablar de la verdad – hoy me hablaran así de lo que  fue demasiado duro y violento… sentí que traicionaba la verdad, traicionaba a Jesús. Lo peor es que al terminar – quienes viven desordenadamente, se justificaban porque les dieron los argumentos e ideas para hacer lo que hacen… me veían a mi como la tonta que sigue creyendo en que existe el amor verdadero y que vale la pena esperar – creer en la belleza de la virginidad – ¡Todo el mundo lo hace, lo importante es cuidarte, no embarazarte como lo decía la doctora”. Y lo más increíble es que hasta al final sin ninguna convicción, la doctora después de 3 horas dijo: “yo recomiendo la abstinencia”… ¡después de lo que escuché hoy… no quiero tener relaciones nunca!.”
Una vez más, quiero pedirle perdón a los jóvenes. Una vez más, me duele el alma darme cuenta de que muchos adultos – creen que informarles sobre educación sexual es ¡hablarles sobre métodos anticonceptivos y enfermedades de transmisión sexual!.
Está comprobado que los anticonceptivos han cambiado el concepto de lo que significa la sexualidad.
Está comprobado que los jóvenes no creen que ellos se pueden enfermar.
Y también, está comprobado que en los países en donde se promueven los anticonceptivos – la promiscuidad, el embarazo adolescente y el aborto aumentan considerablemente. Contrariamente a las comunidades en donde se promueve la abstinencia y la castidad.
Hablarles así de “las enfermedades y de los métodos anticonceptivos”, es decirles: “Como tu no puedes vivir la castidad, rómpete separando tu ser persona, eres incapaz de amarte a ti misma … de esperar el momento para amar plenamente como estás llamada a hacerlo en el matrimonio… vive el desorden que te incapacita para amar – pero, por favor: Cuídate no te vayas a enfermar o embarazar!”.
Hablar de sexualidad es hablar de la persona, es hablar de la belleza del amor, es hablarles de la vida – es invitares a reverenciar la vida, custodiarla.
Dios es amor. El amor da, el amor se derrama, el amor crea y El, el Rey del universo quiere crear nuevos seres con nosotros. Dios creó a la persona sexuada como  hombre o mujer y nos invito a amar y dar vida - con El. Dios es la fuente del amor y la vida. Dios creo el orden del amor y de la sexualidad. No se debe separar la vida del amor, el amor de la sexualidad, la sexualidad de la vida… porque fragmentas, rompes, divides a la persona.
¿Educación sexual? Ellos con un click, tienen toda la información “sobre sexo” que necesitan. Pensar de otra manera es creer en las hadas de los cuentos. ¿Por qué violentar a la mujer que cree en la virginidad, la castidad… que el amor verdadero espera?.
¿Por qué hablarles de evitar la vida y las enfermedades que pueden contraer, cuando lo que hizo Karol Wojtyla es apelar al corazón, maravillarnos primero de la belleza y verdad sobre el hombre y la mujer?
Hablar de vida es invitarlas a reconocerse mujeres… llamadas a reverenciar la vida.
Hablarles de cómo Dios las miró desde el principio para ser quienes custodien lo más precioso, lo más grande, lo único capaz de transformar la historia – La VIDA de una persona.
Invitarlas a reconocerse como quienes son: MUJERES, llamadas a la existencia para custodiar a la humanidad, transformarla con su ser femenino, capaces de acoger la vida de otro, como un verdadero don. La mujer está llamada a ser hija, esposa y madre.
¡Si tu quieres saber que es lo más sagrado, abre los ojos y date cuenta que es lo más atacado: La vida y la mujer!
¿Quién esta llamada a recibir, acoger, custodiar el inmenso don de la vida? La mujer que protegida por el hombre le enseña a el cómo amarla.
Estamos llamados a vencer el mal con el bien. ¿Son un bien los anticonceptivos? NO, son un mal.
Recomiendo escuchar la conferencia de Janet Smith – experta en éste tema, sobre TODO lo que existe detrás de la des-información sobre los anticonceptivos y lo que ha dañado “ésta cultura antivida a la mujer y como consecuencia a toda la humanidad”.
No recuerdo quien me lo dijo, pero es tan claro como que estoy escribiendo: “Si tu quieres destruir a un pueblo, prostituye a sus mujeres”… es lo que han hecho con la mujer desde hace más de 40 años de un modo incisivo, manipulador y confuso.
Pablo VI lo dijo proféticamente en 1968:
“Los hombres rectos podrán convencerse todavía de la consistencia de la doctrina de la Iglesia en este campo si reflexionan sobre las consecuencias de los métodos de la regulación artificial de la natalidad. Consideren, antes que nada, el camino fácil y amplio que se abriría a la infidelidad conyugal y a la degradación general de la moralidad. No se necesita mucha experiencia para conocer la debilidad humana y para comprender que los hombres, especialmente los jóvenes, tan vulnerables en este punto tienen necesidad de aliento para ser fieles a la ley moral y no se les debe ofrecer cualquier medio fácil para burlar su observancia. Podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoísta y no como a compañera, respetada y amada”. HV 17
Hablemos del bien y el orden…  invitemos a los jóvenes a vivir en la verdad, enamorándoles de ella.
ES LO QUE ANHELAN de nosotros los adultos. Pero, ¿qué pasa con nosotros los adultos? Por qué no sabemos cómo enamorarles de la verdad, del bien… de su capacidad para vivir la castidad – ¡porque nosotros no la vivimos! – porque desde hace 50 años la mujer se ha convertido en objeto y el hombre cada vez es más egoísta. Porque no amamos como estamos llamados a hacerlo. Nadie puede dar lo que no es.
Yo confío en los jóvenes, creo que ellos están llamados a cambiar el mundo – así ha sido siempre, ésta generación cuenta con todos los medios para transformarlo… pero necesitamos acompañarles nosotros a vivir en la verdad – no en la mentira, en la libertad no en la esclavitud, en el orden no en el desorden – amando la vida, no odiándola.
Estamos inmersos en la crisis de identidad más dolorosa en la historia – ¡y vivimos en el siglo XXI…!. Es increíble que estemos matando al hombre y defendiendo a las tortugas, es impresionante que hoy la cultura enseñe a protegerse de una enfermedad de la misma forma que protegerse de haber sido llamados a amar y dar vida.
¿Protegerse de la vida?  Es irracional, es vivir en el absurdo.
Hoy no se conoce otra cultura que no sea la cultura anticonceptiva. Cuando la píldora apareció en los años cincuenta, se creía que iba a ayudar a los matrimonios. Y la realidad comprueba todo lo contrario. Los anticonceptivos promueven la promiscuidad entre adultos y jóvenes.
Es la Iglesia quien DEBE custodiar a la persona. San Juan Pablo II apasionado del amor humano, el matrimonio y la familia – nos dejó un mapa, el GPS de regreso al Padre… porque sólo reconociéndonos deseados, creados, amados, mirados por el inmenso Amor del creador de todo lo que existe podemos dejarnos transformar por EL y responder al llamado a dar vida, amar viviendo plenamente como hombres y mujeres capaces de anunciar la verdad.
Deseo y pido que como católicos reaccionemos y busquemos respuestas a las preguntas que jóvenes como mi querida niña de 17 años anhelan escuchar para seguir creyendo que es posible la castidad, la decencia, el orden… el amor verdadero.
¿Te has preguntado por qué tantos jóvenes han dejado de creer que el amor es posible?
Yo sí y los he escuchado: Por que no son testigos del amor vivido entre nosotros, los adultos. Hemos dejado de amar para siempre, perdonarnos cuantas veces sea necesario y dar la vida por el otro.
Si no tengo respuestas, ¿cómo puedo acompañarles y responderles?
Conoce y vive tu primero la verdad sobre el amor, la sexualidad y la vida – que enseña San Juan Pablo II en su Teología del Cuerpo - maravíllate de quien eres y estás llamado a ser, apasiónate por la vida… sólo así podremos acompañarles, guiarles, educarles en la sexualidad, para el amor y para que den vida.
El verdadero DESEO que todo joven lleva en el corazón es el deseo de AMAR y ser AMADO.
¡QUIEREN AMAR, pero no saben cómo… porque no nos ven amándonos los unos a los otros!
Janet SmithAnticoncepción ¿por qué no?
http://www.amorseguro.org/archivos_podcasts/01_janet_smith-anticoncepcion.mp3

Creados para él Amor: ¿Falla el amor? o ¿fallamos quienes amamos?

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Vocación, un llamado a ser Felices

Vocación, un llamado a ser Felices

Lucha contra los malos pensamientos


La lucha contra los malos pensamientos

La lucha contra los malos pensamientos


P. Daniel Barrera, msp
Revista "Inquietud Nueva"

¿Quién de nosotros no ha experimentado esa lucha sufrida e inacabable contra los «malos pensamientos»? ¿Quién de nosotros no ha sufrido la humillación y la vergüenza de verse dominado por sus pasiones y caer como los peores pecadores? ¿Quién no ha sentido como san Pablo ese «aguijón clavado» que molesta y hace perder la paz? (cf. 2 Cor 12, 7). ¿Quién no ha dicho como él: «Soy reo de mi cuerpo, estoy vendido al pecado, que ni siquiera hago el bien que quiero sino el mal que detesto» (Rm 7, 14-15).

¿Y cuántas veces nos hemos hecho santos propósitos de pureza y castidad sin obtener los resultados que esperábamos? Hemos jurado a Dios y a nosotros mismos librar tenazmente la batalla y luchar por la santidad y sin embargo, no nos ha quedado más que esa sensación de estar sumergidos en un pantano en el que por tratar de salir nos hundimos más.

¿Es que estamos llamados al fracaso? ¿Es la pureza y la castidad un ideal imposible? ¿Es que debemos desanimarnos y decir así nada más que no somos ángeles? ¿Cómo afrontar la batalla contra los malos pensamientos?

Los grandes santos y maestros de espiritualidad nos han dejado como herencia una sabiduría inspirada que nos ilumina a la hora de afrontar las tentaciones. Con mucha humildad debemos aprender de los hombres de Dios, que decidieron librar estos combates contra este enemigo invisible e invencible, y adquirir la santa paciencia.

«Se cuenta de un monje que había clamado a Dios y que Dios le había retirado las pasiones de modo que se había vuelto impasible. Fue entonces con un sabio anciano y le dijo: “Gracias a Dios me veo tranquilo y sin luchas”. Le dijo entonces el anciano: “mejor es que vayas y ruegues a Dios que vuelva a ti la lucha y tengas los combates que tenías antes y también humillaciones, porque el alma obtiene gran provecho de los combates. Rogó entonces el monje para que volvieran a él las luchas y no volvió a pedir a Dios que se las quitara, sino que decía: “Señor dame paciencia en los combates”.»

¿Contra quién luchamos?
En general, todo pensamiento que nos aparta de Dios es un «mal pensamiento». Sin embargo, popularmente cuando alguien habla de tener «malos pensamientos» se entienden esas tendencias pecaminosas en la línea del sexto y noveno mandamiento: no fornicarás (tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, incluyendo el adulterio) y no desearás la mujer de tu prójimo. Al decir que tenemos «malos pensamientos» en realidad queremos confesar esa serie de imaginaciones y fantasías locas que vienen a nuestra mente, que nos apenan y avergüenzan.

Un cristiano que se apresta para seguir al Señor deberá considerar este molesto y peligroso enemigo. Los malos pensamientos «como los mosquitos», aparecen como poca cosa o hasta inofensivos. Sin embargo, su peligro está en que no nos dejarán en paz, poco a poco irán venciendo nuestras resistencias interiores hasta derrotarnos por cansancio. Esa es su táctica y jamás debemos menospreciarla.

Es común que el hombre idealista que anhela la santidad vea los malos pensamientos como un verdadero tormento. Cree que al verse libre de pasiones y malos impulsos podrá vivir más unido a Dios y «ser como un ángel», una criatura tan espiritual que no sea jamás angustiado por los vientos mundanos.

Lo cierto es que todos los hombres nos enfrentamos a nuestra propia concupiscencia que se manifiesta como una inercia constante hacia el pecado. Por eso, a donde quiera que vamos llevamos esta guerra contra nuestro propio cuerpo que es, en cierto sentido, «nuestro enemigo». Es común que los hombres de Dios realicen constantes penitencias con el fin de tener a su cuerpo dominado. En cierta ocasión se le preguntó a un santo ermitaño por qué se aplicaba tan grandes y pesadas penitencias y el contestó: «Mi cuerpo me mata a mí, yo lo mato a él».

Los primeros cristianos consideraron esta lucha, como un «cuerpo a cuerpo» con los demonios que representaban las riquezas, la glotonería y los placeres. Por ello, siguiendo el ejemplo del primer santo eremita san Antonio Abad se iban al desierto para que, como Jesús, pudieran vencer las tentaciones por la oración y el ayuno.


Hay que tener ideas claras

Dice la psicología que las ideas llevan a los actos. De ahí que debemos estar luchando constantemente para rechazar los malos pensamientos. Por ello, la primera batalla que enfrentamos en nuestra guerra contra el pecado se libra en el terreno de la mente. Si no logramos vencer los malos pensamientos éstos toman la fuerza para transformarse en actos que encienden la pasión que ciega al alma hasta arrastrarla al pecado.

Es claro que para que haya pecado es necesario que haya una voluntad de pecar. Una cosa es tener tentaciones y otra caer en ellas. Así, por ejemplo, cuando yo supero un mal pensamiento que cruza por mi mente no he pecado, todo lo contrario, realicé una acción meritoria que fortalece mi voluntad. En cambio, cuando empiezo a consentir y recrearme con ese mal pensamiento, debilito mi voluntad, exponiéndome a caer en acciones graves.

Siendo así, el hombre no tiene otro camino que enfrentar durante toda la vida constantes y duras tentaciones. Jamás le debe pedir a Dios no tener tentaciones, pues el alma crece mucho en las pruebas, rechazarlas equivaldría a rechazar las oportunidades para crecer en las virtudes, en especial, la humildad y la paciencia.


«Luchar» es la palabra

Dios dotó al hombre de una gran capacidad para sentir y comunicar afectos e impulsos, por medio de los cuales se relaciona con los demás y enriquece su propia vida. Los sentimientos y pasiones debe considerarse siempre positivos como una riqueza personal. La misma atracción sexual, por poner el ejemplo, como impulso, en un primer instante es positiva, nos acerca a personas del sexo opuesto a las que vemos como un complemento.

Sin embargo, estos sentimientos y pasiones cuando no están gobernados por la inteligencia suelen llevar a las personas a la destrucción. Por ello, el hombre iluminado por la inteligencia debe hacer uso de su voluntad para hacerse dueño de su persona y no dejarse arrastrar por estas tendencias que, aunque sean gustosas y placenteras, nos apartan del camino de realización humana.

Podrá no gustarnos la palabra «mortificación» o quizás parecernos anticuada, pero lo que significa es cosa importante y siempre actual: «combatir y dar muerte» a los apetitos carnales. Esa es la verdadera rebeldía cristiana, aquella que se rebela a esos instintos que acosan a hombres y mujeres.

San Pablo en su Segunda Carta a Timoteo 1,7 nos dice: «Dios no nos dio un espíritu de cobardía, sino el de poder y amor y de dominio propio». Tan pronto como advertimos la cercanía de un peligro volvamos a Dios. Es el momento de lanzar una jaculatoria y de rezar fervorosamente para que Dios en su misericordia nos dé la fuerza y la gracia para poder triunfar. La oración es siempre la mejor arma.

Un monje de la antigüedad hace esta comparación: «Soy como un hombre sentado bajo un gran árbol y que ve venir contra él muchas fieras y serpientes y, como no se les puede resistir u oponer, sube al árbol y se salva. Del mismo modo, sentado en mi celda veo los fieros pensamientos que vienen contra mí y que no podré vencer, entonces trepo por el árbol de la oración donde está Dios y me libro de todos mis enemigos».

Es fundamental adquirir la costumbre de reaccionar rápido ante las tentaciones. Esto es posible cuando llevamos una intensa vida espiritual y nos mantenemos siempre en constante actividad. Las tentaciones pueden menos cuando la persona es activa y tiene la mente ocupada. «La mente distraída es el juguete del diablo».


La clave del triunfo: la humildad y la santa paciencia

Un apotegma de los Santos Padres refiere:
«El monje Moisés hacía grandes penitencias para dominar los movimientos de lujuria y para eliminar las imaginaciones de la fantasía que entenebrecían el alma. Permaneció seis años en su celda pasando noches enteras de pie y rezando asiduamente. Sin embargo, no lograba aquietar sus concupiscencias y sus fantasías. El abad Isidoro le dijo que mitigara su ascesis y que Dios le había dejado sus malas pasiones para que no cayera en el orgullo de pensar que él por sus propias fuerzas había vencido el mal. Moisés obedeció y desde entonces cesaron sus malos pensamientos y llegó a ser ordenado sacerdote.»

Este ejemplo de la antigüedad nos revela que el premio del combate finalmente es la humildad y la santa paciencia, virtudes fundamentales para perseverar. Sin ellas, el cristiano se desanima y desespera pensando que la pureza y la castidad son ideales inalcanzables. El objetivo de la auténtica espiritualidad cristiana no es la ascética ni la mortificación sino ser agradables a Dios en la pobreza, experimentando su misericordia infinita.

Es un signo de madurez cristiana reconocer que la virtud que logramos, fruto de nuestro esfuerzo y sacrificio no siempre es lo que Dios quiere. La virtud es un camino que esconde muchas trampas; es común caer en el orgullo y amor propio al pensar que hemos vencido las tentaciones porque somos buenos; o quizás la presunción de pensar que nosotros somos mejores que otros. El astuto Demonio nos saldrá al paso para ponernos la vieja trampa que puso a nuestros primeros padres: «serán como dioses», y en la nube de ese sueño de santidad, nos preparará una dolorosa caída de la que nos costará levantarnos.

La humildad, la primera de las virtudes es el camino de la victoria. En las luchas encarnizadas «cuerpo a cuerpo» contra los malos pensamien-tos, reconoce siempre tu debilidad y limitación, ello te abrirá a la Gracia. No quieras ser un ángel impasible, ponte mejor el ideal del hombre luchador que tiene que enfrentarse a las fuerzas incendiarias del enemigo armado con la armadura de Dios (cf. Ef 6, 10-18)

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Acción Católica Mexicana Diócesis de Querétaro

Escucha y actúa... tu eres esperanza


¿Falla el amor? o ¿fallamos quienes amamos?


CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


Señor Cardenal:

1. Me ha alegrado la noticia de que el Pontificio Consejo para los Laicos ha organizado un Seminario de Estudio sobre las Jornadas Mundiales de la Juventud en el Santuario de Jasna Góra, en Czestochowa .

Al mismo tiempo que me alegro por esta iniciativa tan oportuna, no quiero que a los participantes les falte mi palabra de ánimo, junto a mi más sincero reconocimiento por lo que han hecho en favor de los jóvenes de todo el mundo.

Ante todo ¿cómo no dar gracias a Dios por los numerosos frutos que, a distintos niveles, han brotado de las Jornadas Mundiales de la Juventud? Desde el primer encuentro, celebrado en la Plaza de San Pedro el Domingo de Ramos de 1986, se ha consolidado una tradición que alterna, de año en año, un encuentro mundial y otro diocesano, subrayando el indispensable dinamismo del compromiso apostólico de los jóvenes, tanto en la dimensión local como universal.

Las Jornadas, acogiendo una iniciativa propuesta por los mismos jóvenes, han nacido del deseo de ofrecerles significativos «momentos de pausa» en la constante peregrinación de la fe, que se alimenta también mediante el encuentro con los coetáneos de otros Países y el intercambio de las propias experiencias.

La finalidad principal de las Jornadas es la de colocar a Jesucristo en el centro de la fe y de la vida de cada joven, para que sea el punto de referencia constante y la luz verdadera de cada iniciativa y da toda tarea educativa de las nuevas generaciones. Es el «estribillo» de cada Jornada Mundial. Y todas juntas, a lo largo de este decenio, aparecen como una continua y apremiante invitación a fundamentar la vida y la fe sobre la roca que es Cristo.

2. Por este motivo los jóvenes son invitados periódicamente a hacerse peregrinos por los caminos del mundo. En ellos la Iglesia se ve a sí misma y su misión entre los hijos de los hombres; con ellos acoge los desafíos del futuro, consciente de que toda la humanidad necesita una renovada juventud del espíritu. Esta peregrinación del pueblo joven construye puentes de fraternidad y de esperanza entre los continentes, los pueblos y las culturas. Es un camino siempre en movimiento. Como la vida. Como la juventud.

Con el paso de los años se ha demostrado que las Jornadas de la Juventud no son ritos convencionales, sino acontecimientos providenciales, ocasiones para que los jóvenes profesen y proclamen cada vez con más alegría su fe en Cristo. Estando juntos pueden interrogarse sobre las aspiraciones más profundas, experimentar la comunión con la Iglesia, comprometerse con la urgente tarea de la nueva evangelización. De esta forma se dan la mano, formando un gran corro de amistad, uniendo los colores de la piel y de las banderas nacionales, la diversidad de las culturas y de las experiencias, en la adhesión de fe en el Señor resucitado.

3. La Jornada Mundial de la Juventud constituye la jornada de la Iglesia para los jóvenes y con los jóvenes. Su propuesta no es una alternativa de la pastoral juvenil ordinaria, frecuentemente realizada con gran sacrificio y abnegación. Más bien quiere fortalecerla ofreciendole nuevos estímulos de compromiso, metas cada vez más significativas y participativas. Tendiendo a suscitar una mayor acción apostólica entre los jóvenes, no quiere aislarlos del resto de la comunidad, sino hacerles protagonistas de un apostolado que contagie a las otras edades y situaciones de vida en el ámbito de la nueva «evangelización».

Los distintos momentos de que consta una Jornada Mundial constituyen en su globalidad una forma de vasta catequesis, un anuncio del camino de conversión a Cristo, a partir de la experiencia y de los interrogantes profundos de la vida cotidiana de los destinatarios. La Palabra de Dios es el centro, la reflexión catequética el instrumento, la oración el alimento, la comunicación y el diálogo el estilo.

En una Jornada Mundial el joven puede vivir una fuerte experiencia de fe y de comunión, que le ayudará a afrontar las preguntas más profundas de la existencia y a asumir responsablemente el propio lugar en la sociedad y en la comunidad eclesial.

4. Durante los inolvidables Encuentros Mundiales, frecuentemente me ha impresionado el amor alegre y espontáneo de los jóvenes hacia Dios y hacia la Iglesia. Han contado historias de sufrimiento por el Evangelio, de obstáculos aparentemente infranqueables superados con la ayuda divina; han hablado de su angustia frente a un mundo atormentado por la desesperación, el cinismo y los conflictos. Después de cada Encuentro, he sentido más vivo el deseo de alabar a Dios que revela a los jóvenes los secretos de su Reino (cfr. Mt 11,25).

La experiencia de las Jornadas Mundiales nos invita a todos nosotros, Pastores y agentes de pastoral, a reflexionar constantemente sobre nuestro ministerio entre los jóvenes y sobre la responsabilidad que tenemos de presentarles la verdad plena sobre Cristo y su Iglesia.

¿Cómo no leer en su participación masiva, disponible y entusiasta la petición constante de que les acompañemos en la peregrinación de fe, en el viaje que realizan respondiendo a la gracia de Dios que actúa en sus corazones?

Se dirigen a nosotros para que los llevemos a Cristo, el único que tiene palabras de vida eterna (cfr. Jn 6,68). Escuchar a los jóvenes y enseñarles exige atención, tiempo y sabiduría. La pastoral juvenil constituye una de las prioridades de la Iglesia en el umbral del tercer milenio.

Con su entusiasmo y su exuberante energía, los jóvenes piden que se les anime a ser «protagonistas de la evangelización y artífices de la renovación social» (Christifideles Laici, 46). De esta forma los jóvenes, en quienes la Iglesia reconoce su juventud de Esposa de Cristo (cfr. Ef 5,22-33), no sólo son evangelizados, sino que ellos mismos se transforman en evangelizadores llevando el Evangelio a sus coetáneos, incluso a los que están alejados de la Iglesia y a los que todavía no han oído hablar de la Buena Noticia.

5. Al mismo tiempo que exhorto a los responsables de la pastoral juvenil a servirse cada vez con más generosidad y creatividad de las Jornadas Mundiales de la Juventud como acontecimiento que, dentro del itinerario normal de educación a la fe, sea una manifestación privilegiada de la atención y de la confianza que toda la Iglesia siente hacia las jóvenes generaciones, deseo que el encuentro de Czestochowa ayude y estimule a la reflexión de los participantes para encontrar caminos siempre nuevos y eficaces en la propuesta de fe a los jóvenes.

Confiando los trabajos del Seminario de estudio a la intercesión de la Virgen de Jasna Góra, Madre de los jóvenes, imparto de corazón mi Bendición Apostólica a usted, Señor Cardenal, a sus colaboradores, a los participantes y a cuantos ellos representan y llevan en el corazón.

Vaticano, 8 de mayo de 1996
Juan Pablo II

Iglesia Universal

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